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En el presente se intentara plantear un nuevo concepto que ofrece un paso más en la comprensión del amor y del hecho del sexo. Es la erótica o también llamada erotismo que da cuenta de los deseos propios de los sexos.
El célebre diosecillo alado que es Eros y que lanza flechas entre unos y otros para unir con ellas corazones separados.
La misión de Eros es unir a los que se atraen. En la mitología Eros era hijo de Poros (la abundancia) y de Penia (la penuria o escasez) que, unidos dieron como fruto ese fenómeno que en términos actuales, como entonces, solemos llamar deseo.
De esta forma se nombró a Eros en la cuna de nuestra civilización griega que luego en la lengua latina se iba a llamar Cupido y más adelante Amor que es como se generalizó en las lenguas romances de la tradición entre las cuales está el idioma castellano o español.
El término amor indica una noción genérica y designa una gran variedad de sensaciones, emociones y sentimientos. El término y concepto de Eros es más preciso y designa ese sentimiento concreto de atracción entre los sexos y no otro. El término actual es deseo erótico.
Por muchas razones, entre ellas el pudor, la terminología del Amor se ha extendido más que la de Eros. Pero, al ser más genérica y menos específica, da menos información sobre esta clase concreta de sentimientos propios de los sexos.
Se puede inferir que con la evolución Eros se vuelve Cupido, dotado de brillantes alas de oro, parecidas a los rápidos torbellinos del viento, es un dios juguetón que maliciosamente hiere con sus flechas los corazones humanos, por la que asume el aspecto de niño travieso, y se destaca por su imprevisibilidad, irracionalidad e inconstancia.
Siendo este el comienzo de toda relación amorosa, ya que primero viene la atracción en donde según la mitología griega Cupido tiene que ver en la atracción primera de dos seres, con el fin que después de este pasar al enamoramiento que se da luego de conocer a la persona, llamo conocer a la diferenciación entre ellos, pero con cosas en común que compartir.
Luego de esta parte se nos viene dado el erotismo, la parte sexual de toda relación amorosa, donde se comparte muchos momentos como la comunicación.
Según el filósofo griego Platon existe una vía ascendente para conocer el verdadero amor, para llegar a la contemplación de lo bello en sí. Se trata de un ascenso erótico que contempla los siguientes grados:
1. El amor a la belleza corporal que posee dos momentos: el amor a un cuerpo bello determinado y el amor a la belleza corpórea en general.
2. El amor a la belleza de las almas, es decir, a la belleza moral que se manifiesta en los quehaceres y en las reglas de conducta de los hombres.
3. El amor a los conocimientos, el cual trasciende la servidumbre de los seres concretos.
4. El amor a lo bello en sí, el cual es el nivel supremo de amor y que se nos revela de súbito, cuando hemos recorrido correctamente los senderos anteriores en todas sus etapas. Esta meta del amor es la Idea misma de lo bello en todo su esplendor. Ella es eterna, increada, imperecedera, estable, porque es eternamente idéntica a sí misma. De esta Belleza en sí, que además, participan todas las cosas bellas.
En términos conceptuales, podemos, pues, precisar. El erotismo es un concepto relativo a las sensaciones, emociones y sentimientos, aunque, en sí, lo más propio del mismo sean los deseos: esos deseos propios de los sexos.
En el caso de Freud el concibe el amor y el erotismo como la catexia libidinal que un sujeto establece con el objeto que satisface sus necesidades instintivas de placer y o eliminación del dolor, es decir como la fijación de un objeto determinado que se ha mostrado como placentero para un sujeto.
No obstante estas condiciones se escriben y describen con facilidad, y son sin embargo en la práctica un verdadero reto de y para el amor, siendo esta condición necesaria pero no suficiente para la integración plena y sana de la pareja.
Asumir el reto de amar e integrarse sanamente a la sexualidad es tener fe y confianza y seguridad en la otra persona, esto implica la humildad de afrontar que no tenemos el control de lo que pueda suceder. Porque amar es un riesgo que implica que el otro puede dejar de amarnos y eso dolerá pero en medio de este dolor hay que vivir un duelo que debe ser experimentado, porque hay que vivir los duelos, sentirlos y llegado el momento cerrar el ciclo y continuar con la vida para no quedarse pegado en un círculo vicioso.
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