marzo 12, 2011
Toxic love
Leo casualmente una noticia, pero me detengo prendado de una expresión que aparece en las primeras líneas: amores tóxicos. Dulce y amarga combinación. El amor, junto con sus contrarios, ha sido uno de los elementos esenciales de nuestra arquitectura sentimental. Y aquí tenemos el amor tóxico, en el que la tesis y la antítesis jamás serán síntesis. El amor se asemeja mucho a las setas: está muy rico en deliciosos revueltos, se recrea en muchos sabores y texturas… pero siempre corres el riesgo de enfrentarte a un complementario que no lo es para acabar en el dique seco, el arcén o la ultratumba. Como las setas, es muy divertido salir a buscarlo, recorriendo los lugares conocidos, sabiendo esperar la mañana que sigue a la lluvia, teniendo un cuidado escrupuloso de no arrancarlo, sino de extraerlo dulcemente de la tierra para que pueda volver a surgir de nuevo. Como las setas, tiene un paraguas que te cubre de las inclemencias del exterior y, del mismo modo que ellas, se hunde en torreznos de tierra húmeda e inestable. Como todo va en gustos, hay quien siempre va sobre seguro, buscando el hongo conocido, con nombre y apellidos, mientras que el más osado es capaz de cocinar cualquier recolección amparándose en la negación del prejuicio. Es bonito eso del amor. Quien lo probó lo sabe… aunque luego acabe muriendo en el intento. Pero no conozco a nadie que salga de su casa una mañana de domingo con la ilusión de la búsqueda y piense que la muerte se encuentra agazapada tras la carne tierna.
De algo hay que vivir.
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